Lo Que Dios Puede Hacer
Jesús Ramírez Cruzado
Me llamo Jesús, nací en Sevilla, siendo muy joven dejé los estudios y me puse a trabajar. A los 16 años me compré mi primera moto. En 1978 al cumplir los 18 y sin tener el carnet de conducir me compré una Bultaco Frontera 370MK II. Si ya con las motos pequeñas me creía el amo del mundo, con esta, el universo era mío. Todo esto me llevó a hacer «locuras» y a cometer delitos que me hicieron caer en las drogas. Incluso me alisté en el ejército, en la Legión en el norte de África, para tenerlo más fácil. Estuve años moviéndome en ese mundo donde las cosas se iban poniendo cada vez peor: el dinero fácil, las drogas y el entorno de delincuentes y traficantes en que me movía, estaban haciendo de mi vida un callejón oscuro y sin salida. Me estaba volviendo cada vez más peligroso y mi listón de delitos iba subiendo cada vez más alto; ni siquiera me frenaba que mis amigos entraran en la cárcel, pensaba que la suerte estaba de mi lado.
En aquel tiempo llegaron las drogas de «diseño» y la heroína; gracias a Dios ahora puedo decir que el «caballo» no me gustó así que no corrí la misma suerte que algunos de mis amigos, que tristemente fallecieron. Sin embargo, el abuso de las demás drogas empezaron a pasarme factura. La suerte que yo creía de mi lado empezó a abandonarme, y eran más frecuentes los encuentros con la policía y con las víctimas de mis robos. En una ocasión, mataron a un amigo y al poco tiempo casi me mata a mí la policía. No dormía ni vivía tranquilo por la incertidumbre.
En esos días escuché a un predicador por la radio que decía que Dios podía cambiar las vidas. Seguí sus predicaciones y después de pensarlo mucho decidí ir un día a escucharlo en persona. Estaba en una carpa en medio de la calle, me dijo que Dios podía ayudarme a empezar una nueva vida. Tardé algún tiempo en creérmelo, pero cuando decidí leer las palabras de Jesús y ponerlas en práctica, todo empezó a cambiar.
Empecé a asistir regularmente a las reuniones y a tomar compromisos para ayudar a los demás, aun cuando todavía no había dejado del todo las drogas. Cuando Dios me hizo ver que la decisión que había tomado era buena, ese día decidí tirar a la basura todas las drogas que todavía conservaba. Fue entonces cuando experimenté algo maravilloso, dedicando más tiempo a los demás; empecé por mi familia y vi cómo Dios ahora cuidaba de mí.
Hoy entiendo que si nosotros ponemos de nuestra parte, Dios pone de la suya. Con la ayuda de Dios dejé esa vida. Después de desempeñar diversas responsabilidades llegué al pastorado y hoy soy pastor de dos iglesias, una de ellas es en la que por primera vez me hablaron de Dios. Estoy felizmente casado con Caty, la preciosa esposa que Dios me dio y tengo dos maravillosos hijos.
Dejé todo lo que no agrada a Dios y, para mi deleite, ahora uso las motos para llevar la buena noticia de que Dios sigue cambiando vidas. ¡¡¡Tu vida también puede ser cambiada!!!